Todo lo que aprendí en 2013 -pero todo, todo eh-

Existe la creencia de que hay que explicar las razones del comportamiento propio a los demás, puesto que se es responsable ante ellos de las acciones propias. Si acepta esta máxima, debe aceptar que ellos manipulen su comportamiento.

 Ha de tener siempre en cuenta que usted es su propio juez y quien decide si su comportamiento es erróneo o no.

 Imagine, por ejemplo, que acude a una tienda a cambiar una camisa y el vendedor no cesa de preguntarle los motivos de su comportamiento. Bastaría con que dijera: “No tengo ninguna razón especial, simplemente no me gusta lo suficiente”.

Leído por ahí

I.

Como nunca sé muy bien lo que quiero hacer, es muy fácil liarme y confundirme, proyectar en mí toda clase de cosas y usarme de escudo para que yo haga lo que otros no se atreven a hacer, porque hacerlo es un puto suicidio. He dicho que sí con mucho gusto a lo último –a lo de dar la cara por mí y por todos mis compañeros en momentos complicados-, creyéndome a veces tremendamente valiente. Claro, la que da la cara es la que paga. Pero yo estaba bastante convencida de lograr ‘algo superior’ con eso. Y en cierto modo era así: a una le gusta irse tranquila a la cama, y puedo decir con bastante satisfacción que la mayoría de los días es eso lo que ocurre –sí, para mí dormir bien es algo superior, incluso entra en la categoría de hobby-. Charla con compañera de clase que se está escaqueando de un trabajo en grupo. ¿Quién acaba diciéndole en la cara lo que todos pensamos? Yo. Y lo más sangrante es que pasa con los otros delante agachando la mirada cuando hace cinco minutos la estaban llamando de hija de puta para arriba, algunos bastante más cabreados de lo que yo estaba. Aquí debió de activárseme una alerta, pero nunca lo hizo hasta hace relativamente poco. Unos años después, reunión con el jefe para plantearle lo injusto de una bajada salarial. El convocante, que decía que iba a quejarse mucho, ni siquiera aparece. Todo deriva en una situación calcada a la anteriormente descrita, miradas al suelo incluidas. Twitter: aquí lo de las miradas al suelo no lo podemos certificar, pero lo de en el TL una cosa y en los DMs otra es ley no escrita. Las redes sociales son el paraíso de decir una cosa y hacer la contraria. Para tratar de acojonarte, a la coherencia se le llama sectarismo y a tomar por el culo. Y si eres mujer, confundir aposta asertividad con agresividad. Y si ya te quejas de ello en voz alta, te contestan que estamos de buenrro y de networking, y que no nos lo estropees.

No voy a dar la cara por nadie que no sea yo, sobre todo si ese alguien está en igualdad o superioridad de condiciones respecto a mí –que normalmente lo están-. Esto es lo primero que he aprendido en 2013, aunque tenía que haberlo hecho mucho antes. A tener conciencia de lo fácil que es que tus iguales, o la gente que supuestamente –y algunos lo dicen golpeándose el pecho además- tiene intereses compartidos contigo, te venda a la primera de cambio. No te tienen aprecio ni confían en ti: lo que hacen es manipularte. Así que esto de las intercesiones se acabó.

Un poco después vino LA REVELACIÓN, pero en mi caso no hubo un momento mágico como le pasa a ese socialdemócrata (aka el Getafe de las ideologías) que de repente ve un vídeo de Friedman en YouTube y SE HACE UNA LUZ EN SU HABITACIÓN y corre a comprarse un polo de Fred Perry y se hace liberal en lo económico, católico en lo de los maricones. En mi caso todo fue más progresivo, y pudo ocurrir mientras estaba cagando en el Doka, mientras me estaba bañando en la playa o mientras estaba tendiendo la colada, no lo sé. Poco a poco, no en un viaje de esos de replantearte tu vida a la India -¿por qué nadie se replantea su vida en Zamora?-, he ido poniendo en orden –o se han ido poniendo en orden solas, ha sido un proceso de todo menos forzado-, ideas que llevaban años dándome vueltas en la cabeza. Tienen que ver con el mundo del trabajo, y con que he dejado de verle toda clase de sentido a trabajar, al menos en trabajar para otros, llámense esos otros jefes o clientes. Tiene que ver con que empiezo a ver tanto el trabajo como la falta del mismo como una gran fuente de sufrimiento e infelicidad –ahora es cuando te llaman vaga y pides por favor que saquen su vida laboral y comparemos-, además de una pérdida de tiempo que podrías emplear en hacer cosas que realmente te gustaran y en las condiciones que tú quisieras–obviamente esto último no tiene nada que ver con emprender: el emprendedor BRASAS no entiende que el mundo seguiría, y a menudo de un modo mucho mejor, sin que él llevara a cabo sus ideas y nos diera el coñazo con las mismas a los demás, aparte de ser otro pobre infeliz. No creerás que tu amigo de 25 años lleva toda la vida soñando con hacer cupcakes, ¿verdad? No, si él tampoco, pero piensa que si logra interiorizarlo en ti, se convertirá en verdad, y no en “no me ha quedado más remedio”–. Que no suena bien, y ahora lo que se lleva es tener una trayectoria vital “con sentido” o como cojones lo llame un coach. TODO CONVERGE EN UN PUNTO, el punto en el que estás tremendamente puteado en concreto.

Es tan sencillo como complicado: si una porción muy importante de tu vida tiene que ver con el trabajo (la mitad de nuestra vida adulta consciente, según leí hace poco) y todas las externalidades que genera, y sin embargo cuando no lo tienes estás en un estado de ansiedad aún mayor que cuando trabajabas, la solución es no trabajar o al menos no hacerlo del modo estandarizado. Cuando no trabajo estoy mal, y cuando trabajo estoy peor, dándole vueltas a que un señor está ganando pasta conmigo o cuadrando unas cuentas o cábalas políticas que había calculado mal, situación de la que yo no me beneficio ni ahora ni me beneficiaré tampoco cuando vengan mejor dadas (antes al contrario, el “usted no sabe con quién está hablando” en cuanto pongas la más mínima objeción lo tienen guardado en una muela para soltártelo tan pronto como puedan. Empiezo a pensar en las empresas no como máquinas de hacer dinero y pedir subvenciones para “generar riqueza” sino como ejercicios de autoafirmación de gente que vive acomplejada y necesita decirles a otros veinte veces al día que aquí mandan ellos). ¿Qué es más fácil en aras de cumplir las normas de conducción? Exacto, lo mejor es ni siquiera tener que cumplirlas, esto es, no tener ni siquiera coche. Con el trabajo pasa algo parecido.

II.

Ahora, claro, vivo bajo el síndrome de persona-que-acaba-de-tener-una-revelación y no me soportan en ningún sitio (en realidad creo que antes también pasaba, lo de que no me soportaran, digo). No hablo de otra cosa. Me pongo pesada como el tío que aprende un término culto o anglicismo innecesario y retuerce las conversaciones de tal manera que pueda utilizarlo varias veces para que te quede claro no el término, sino que ÉL lo conoce. Pero pensemos en las implicaciones del trabajo en cuanto a cumplimiento de horarios –siempre son más de ocho horas-, jefes que no aguantas, clientes que te chulean, fuentes que necesitas pero a las que en realidad si pudieras ejecutarías a garrote vil, en muchos casos falta de seguridad e higiene, horas extras pagadas en negro, follarse los convenios a placer, que te echen en julio y te recontraten en septiembre para no pagarte las vacaciones… –las cuatro últimas no son por la crisis. Que sean habituales no las hace legales, si es que a algunos tanto les importa la legalidad nivel histeria-post-sentencia-Parot-. Vale, hay días que te lo pasas bien. Tienes incluso algún amigo. Te vas de karaoke tras la cena de empresa. Pero ya no puedes contar con que te paguen a fin de mes (“no nos paga el proveedor”, “hay que hacer un esfuerzo”. Mi favorita fue cuando un exjefe dijo una vez que no nos creyéramos que él ganaba tanto, “gano dos millones de pesetas al mes o así”), y que yo sepa, la gente trabaja por dinero. Menos la gente que hace el master de El País u otros posgrados primos hermanos y directamente paga por trabajar, pero esa es gente que no necesita trabajar. Este es otro escenario hacia el que nos movemos: que los trabajos de oficina –nadie quiere limpiar si ha pasado por la uni- los asuma gente que pueda comprarlos pero pueda comer de otra cosa que no sea el curro, la que sea. Justo ahí se desmorona toda la narrativa de que es mejor estudiar y bla bla bla. No sigo, esto ya lo hablé aquí. Pero tragas, porque con el trabajo puedes pagar cositas, puedes pagar tu piso de alquiler o tu hipoteca, puedes irte de vacaciones, algún caprichillo, cotizas para la jubilación que no vas a ver porque las pensiones públicas no van a existir, abonas facturas sobre cuyas subidas no tienes ninguna clase de control como consumidor –y en el momento en el que quieras tener algo de control no te preocupes que ya van a venir a jodértelo-, etc. Todo el mundo o trabaja ya o quiere trabajar. O sea, no has visto otra cosa. Una posibilidad fuera del binomio empleo/desempleo no la contempla ningún adulto con dos dedos de frente.

Y si no trabajas pues no sé si no es peor. Ya en el día 1 del paro viene una especie de coach y te dice que es muy importante que sepas lo que quieres hacer, que si no tienes un proyecto perfectamente definido estás abocado a fracasar, que tengas una MARCA PERSONAL –la mía debe de ser algo así como CUÑAOS&ENTREPRENEURS y ni siquiera ha sido algo buscado-. O sea, aparte del acojone por la falta de ingresos –eso si tienes la tremenda suerte de cobrar prestación-, puede venir el acojone sanitario –que de repente llegues un día al ambulatorio y te digan que llevas tanto tiempo en el paro que el médico no te puede atender (tiene todo el sentido, ¿verdad?) y el acojone reciclaje –viene el coach de antes y te dice que todo en la vida lo has hecho mal (seguramente empezando por nacer en la familia equivocada, ni un mal concejal en algún villorrio, me cago en dios) y que de repente tienes que hacer un montón de cursos, muchos de ellos pagados de tu bolsillo, claro está. Cursos que no puedes pagar porque no tienes trabajo y no puedes acceder a otro trabajo porque no has hecho el curso y sal de ahí si tienes huevos. Te hablará de hobbies, te hablará de casos de éxito en los que una pasión se convirtió en un negocio -¿a qué SUBNORMAL se le ocurrió que era una buena idea que aquello que te servía para entretenerte pase a generarte la presión de que si no sale bien no tengas ni para comer?-, te hablará de sectores emergentes en los que, casualidad, hay algún primo suyo metido. Como el gobierno se ha borrado de esto de favorecer el negrerismo empleo –Fátima ya pasa sin el menor disimulo-, quitando esos guiños tontos que tienen a ese “que cada perro se lama su cipote” que es la doctrina (sí, doctrina) del falso autónomo entrepreneur; lo que harán será remitirte a la Ceoe o la Cepyme de turno, o sea, a las garras de los mismos señores para los que como empleado es mejor que pintes una puta mierda y media en la negociación colectiva y para los que otorgar ‘facilidades a la contratación’ significa que tú te jodas todavía más.

Es muy importante para ellos tenerte entretenido haciendo cursos, su finalidad no es formarte, sino que no pienses, porque si te pones a pensar, resulta que te salen posts de once páginas explicando que este peregrinar que ellos motivan para tenerte ocupado no tiene ningún sentido. Y eso les desmontaría el chiringuito de la “creación de empleo” –el funcionario que enchufa a su sobrino como profesor de InDesign en los cursos de Lanbide-, que, repito, es algo en lo que ni se están molestando ni se van a molestar. Pero si estás “haciendo cosas” y estás “activo”, dicen, verás la recompensa. Lo que no puedes es estar en casa viendo el programa de los trajes de novia de Divinity. Un minuto de ocio o desconexión = un minuto perdido para encontrar trabajo, debería darte vergüenza. Qué haces durmiendo que no estás en LinkedIn (la mejor red social para ligar, dicen). Así hablan los parientes de Teófila Martínez. Cuando tu tiempo en el paro se prolonga, ya empiezan las visitas médicas –luego vienen también amigos tuyos que conocen la situación de oídas diciendo que cómo vas al médico por algo así, ENCIMA DE LOS RECORTES QUE HAY (verídico), creo que piensan que hasta que no llegues a la metástasis no es conveniente poner un pie en consulta, que lo demás es despilfarrar-; el lorazepam; el sentimiento de culpa, el pensar que no estás haciendo lo suficiente, y esto además suele coincidir en el tiempo con que si eras uno de esos afortunados que cobraba el paro, va y se te acaba. Vamos, un escenario de putísima madre para REINVENTARTE y todo eso. Que en las adversidades te creces y un nabo gordo.

III.

Nuestra interpretación de lo que es un hogar, por ejemplo, ha cambiado por completo. Somos de hecho sociedades nómadas y nuestras familias son ridículamente pequeñas, pero dedicamos a conseguir un lugar donde vivir muchos más recursos que cualquier sociedad tradicional sedentaria y con relaciones familiares extensas. Buscamos hogares pero encontramos hipotecas usurarias, explotación y movilidad laboral impuesta y decoración de interiores grotesca. Aun así somos capaces de imaginar que realizamos inversiones a largo plazo, desarrollamos carreras profesionales y transformamos estéticamente nuestras viviendas. Nuestras vidas son copias desvaídas de las de las élites, y despreciamos a quienes no llegan a nuestro nivel.

César Rendueles. Sociofobia.

Así las cosas, y como a mí no me apasiona especialmente ningún tema y quitando quizá las alubias de Tolosa, el cine quinqui y el culo de Imanol Agirretxe no hay nada que me guste así mucho MUCHO, y encima no tengo familia y tengo un carácter de mierda –quiero decir, con 30 años que voy a hacer no es muy probable que me levante un día por la mañana convertida en otra persona totalmente distinta y por ende “empleable”-, es habitual verme hacer trabajos que nadie quiere –o en su contenido o en sus condiciones o en ninguno de los dos juntos- y dar tumbos de meses en meses por distintas redacciones, bares y cafeterías de la UE. ¿Para qué me ha servido? Pues para absolutamente nada. No me ha formado, no me ha convertido en adulto responsable –manejo el mismo presupuesto que cuando tenía 17 años-. No he aprendido nada, no me ha curtido y todas esas cosas que dicen. Podría haber estado en mi casa tranquilamente y no haber notado la diferencia. Mis estudios son una inversión que jamás recuperaré, por ejemplo, pero son algo con lo que se ha lucrado otra gente: arrendadores de pisos, profesores de universidad, copisterías, no digamos discotecas, sectas religiosas incluso (porque sí, porque todo esto va de que haya una porcioncita de gente que viva bien a base de que las cosas funcionen mal, pero que funcionen mal de manera que se eche la culpa a quien padece ese mal funcionamiento PORQUE NO ME HAS TRAÍDO LA FOTOCOPIA COMPULSADA DEL DNI, reglas inseguibles, en definitiva)… Lo de mejor estudiar es una forma suave en la que te dicen ‘mejor para nuestro negocio’. Piensa en cuánto dinero te vale certificar que sabes inglés -encima te dicen que lo renueves cada dos años-, que sabes conducir u otra serie de cosas. Piensa en cuánta pasta que te dejas en DEMOSTRAR cosas -nadie se fía de nadie ya- podrías usar para otras cosas que de verdad te hacen falta. Hace relativamente poco vi una oferta de empleo en la que no solo te pedían cierto nivel de inglés, sino que te pedían desglosar (con justificantes, claro), cómo habías llegado a tal nivel, año por año. O sea, ya no es suficiente acreditar el nivel, ese nivel ha de ser adquirido por el camino correcto, o sea, dando dinero a academias amigas, y no leyendo o viendo vídeos en tu habitación -¿quién tiene pruebas de eso?-. De locos.

¿Y dónde quedas tú? Pues en la misma mierda de la que procedías -y de la que yo ya no quiero moverme porque soy feliz y no necesito productos ni servicios nuevos, ni experiencias, ni emociones, ni mundo ni nada-. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Como explica muy Javier López Menacho en ‘Yo, precario’, -si bien se le pueden poner algunas pegas al libro-, el activo con el que contamos las personas que encadenamos este tipo de contratos es solo uno, y es NO TENER NADA (¿Os acordáis de cuando había sectores estratégicos y motores económicos? Ahora el motor económico es gente que vendería a su madre, y con ellos tienes que “competir” como si esto fuera Supervivientes. GENIAL). Y ahora ni siquiera podemos hablar de encadenamiento. Antes si te echaban de algún sitio podías encontrar algo en unos pocos días. Ahora pueden pasar años hasta que vuelvas a encontrar algo, y a menudo no tendrás ingresos de ningún tipo en ese intervalo, por lo menos ingresos generados por cosas decentes que puedas contarle tranquilamente a tu vecina. Que no te líe tu amigo el montañero ni los documentales de heroinómanos: el que vive una vida extrema eres tú.

Además, ese no tener nada retroalimenta el continuar sin tener nada, y me explico: en tu lugar de trabajo, antes de que tú llegaras, ya había gente con cargas (hijos, etc). Tú eres el eslabón más débil, una especie de complemento allí –ya expliqué aquí que todos esos aderezos ****formativos**** que les ponen ahora a los contratos son la justificación para que nunca llegues a ser un trabajador de pleno derecho, aunque hagas lo mismo que él-. Si pasa algo (o si les sale de los cojones), tú serás el primero en caer. Esa certeza, repetida en infinidad de empresas distintas, hace que como nadie asume ningún compromiso contigo, tú acabes por no asumirlo ni siquiera contigo mismo. Supongo que esto tendrá consecuencias en el consumo (yo misma casi no compro ropa, no me gusta tener mucha porque como total me voy a tener que ir, no quiero tener que andar empaquetando demasiadas cosas), no digamos ya en la confianza en el prójimo y demás (ellos pueden romper su palabra cuando quieran; tú, como te equivoques siquiera, estás perdido), o sea que debemos de estar cimentando una sociedad bastante chachi en la que nuestros hijos –si tenemos- no se fiarán ni de su padre. Pero bueno, como eso no se puede cuantificar –lo del consumo imagino que sí, pero no querrán-, pues qué más da.

Por supuesto, tampoco vas a poder formar una familia (“oye, pero si los rojos habéis estado toda la vida rajando de la familia tradicional”, y con cosas así intentan confundirte para no ver el problema real: que están limando hasta la asfixia la capacidad decisoria de todo un estrato social). En vez de poder elegir si familia sí o no, decirte que no te quejes, que total a ti los niños no te gustan –casi como si te hicieran un favor, acojonante. Mi marido me pega lo normal-. Aunque siempre estarán ahí las opciones kamikaze como quedarte embarazada para blindar tu posible despido (sí, la situación es ya tan jodidamente retorcida que no sabes si es mejor si tener hijos o no, o si –como pienso yo- las dos opciones son muy malas –recordemos una vez más que esto no va de formarte en lo adecuado, ni siquiera ya de conocer a la gente adecuada sino que la cosa va estrechándose hasta que lo óptimo sea, aunque esto sea estructuralismo sin cortar, solamente SER la persona adecuada desde la cuna-). Por último está la zona de personas cortas de miras –por decirlo suavemente- que te llaman de imprudente para arriba porque “cómo se te ocurre quedarte embarazada” con un contrato de seis meses. O sea, el problema es que una persona de 30 años se quede embarazada, no los contratos de seis meses. AHÁ. Lo peor es que muchas suelen ser mujeres –digo las que te lo echan en cara, hasta donde yo sé, el 100% de las embarazadas son mujeres-. Es la misma clase de gente que en 2005 juraba en hebreo porque no le había tocado un piso de VPO y que en 2013, sabiendo que ellos no hubieran ni siquiera podido pagar la primera letra de eso porque estaban en la puta calle, te cuentan que ellos no fueron unos imprudentes que se metieron en un piso de 40 kilos, ATENCIÓN al truco: pasan ocho años, lo que era mala suerte se transforma repentinamente en PRUDENCIA –es que hay que tener los cojones muy gordos, en serio- y oye, los de los desahucios que se lo hubieran pensado antes. La víctima como culpable y los asesores financieros de rositas. ESTA ES MI GENERACIÓN. Si yo no tengo un Ferrari que no lo tenga nadie, cuidao. LOS VIRTUOSOS contra la chusma, ojísimo. Después de soltar estas perlas se van a hacer cola a la ETT y a ver si les dan una beca de algo.

¿En qué termina todo esto del precariado? En que los jefes no tienen ninguna obligación legal, hay que fiarse de que sigan la doctrina cristiana o algo por el estilo. Destruyen tu confianza en todo pero te piden que tengas confianza en ellos, como es lógico y normal. Fiarse de su buena fe, como si fueran sacerdotes. Y ya sabemos qué clase de cosas hacen algunos sacerdotes.

Estos sueldos en estas condiciones se parecen más a ese dinerillo inesperado que te daba tu abuela como paga un domingo al azar. Quieren que entiendas que es una especie de favor, que lo que deberías es estarles agradecido. Quieren que digas DAMIALGO SINIOOOOR (el vídeo del BBVA ilustra muy bien la actitud que se espera de un empleado, que parece que estás haciendo cola en Cáritas). Quieren que vivas en una minoría de edad total, que te sientas una especie de minusválido laboral mientras ellos se lucran con tu esfuerzo. Tienen todo a punto para decirte que si tú no quieres eso, otro lo querrá. La respuesta perfecta es un corte de mangas y decir que no sólo no lo quieres, sino que no lo necesitas. Y disponerlo todo para que así sea. Que es más o menos lo que estoy haciendo yo ahora. Creo que he dado ya las pinceladas adecuadas para hacer entender que ni trabajar ni estar en el paro (o reciclándose) son opciones demasiado deseables. El dominio no se sostiene más que basándose en que renuncies a cosas que te gusten o realmente te importan, muchas de ellas no materiales. Joder, que yo he dejado de salir con tíos porque sabía que no me podía quedar en la misma ciudad que ellos, y eso no son “cosas que pasan”, no. No poder estar con alguien con quien quieres estar por una circunstancia económica me da auténtico asco. Y más asco me da la naturalidad con la que se acepta, y que se acepte como propio de una sociedad desarrollada. Y que sea aceptado como un “esfuerzo”, un esfuerzo que tienen que hacer unos más que otros, que tienen que hacer, en concreto, los que hacen el esfuerzo SIEMPRE para que otros no tengan que hacer nada de nada. ¿Pero con qué clase de psicópatas convivo yo, pordiosbendito? Y al final, aceptando trabajar en estas condiciones no haces más que retroalimentar un círculo vicioso. Acabas aceptando que todo puede pasar y que no decides nada en tu vida. Al principio, cuando el mileurismo, era divertido, como una aventurilla que ya veríamos como acababa (vida excitante de reinvención personal y consumismo sofisticado ME-EN-GOL-FA-MIL). Pero no, esto no es un gap year tras el que regresas a una vida “normal”. Puedes querer parar, pero una vez metido en ese círculo, ya seguramente no podrás. Y eso no puede ser. La vida es otra cosa.

IV.

Y cuando ya llegas al punto de ansiedad máxima yo creo que el cuerpo es listo y tras vivir en los dos lados de este escenario postapocalíptico es cuando empiezas a hacerte cargo de las ventajas. De que ese no tener nada puede en algún momento ser transformado en no tener nada que perder, y convertirse así en un activo de verdad, un activo para ti, no para mejorar tu “flexibilidad” de cara a lo que pidan otros. Eso de la flexibilidad suena muy bien, suena a que eres MUY LISTO y sabes hacer un montón de cosas. Pero no, amiguitos, flexibilidad no es un atributo positivo, es, de hecho, un sinónimo de desechabilidad. Flexibilidad es un poco como cuando en la facultad nos hablaban de que los periodistas del mañana debían de ser hombres orquesta. Y te enseñaban un documental de un corresponsal en una zona bélica, y te explicaban que el tío entrevistaba, grababa, montaba, lo mandaba, y que eso significaba ser un profesional. Flexibilidad es hacer el trabajo de cinco personas cobrando como media. Pero bueno, como lo importante es el autoconcepto, a las criaturas les daba igual todo hasta que vieron que había que apoquinar un posgrado si querían siquiera pisar una redacción. Es el primer paso para ser totalmente prescindible, y no al revés. Luego que no os compran. Normal, no os compran porque la calidad es una putísima mierda, porque el trabajo de cinco lo hace uno, entre otras cosas.

Cuando uno ve que esto ya no va más, que no es una cuestión de ciclo económico y empieza a ver salirse de este mercado como una opción complicada pero bastante más digna –y el único modo de mantener un nivel aceptable de salud mental-, uno se dirige incluso a su trabajo actual de otra manera. Es un poco como cuando tú dejas a alguien si sabes que te va a dejar. En el curro lo mismo: es importante que vean que estás ahí porque quieres, no porque no te queda más remedio. Que no te chuleen. Cuando no necesitas a nadie, sobre todo cuando no necesitas a nadie que no soportas, cuando las relaciones que tienes no son instrumentales, ganas una tremenda sensación de libertad. La imprudencia de hablar cuando todos callan tiene también sus gratificaciones, poder salir de trabajos que odias pero otras personas no tienen la fortuna de poder abandonar –no, lo que yo quiero hacer no lo puede hacer todo el mundo, no os voy a tratar de convencer de lo contrario-, y sin necesitar inmediatamente otros nuevos. En definitiva, recuperar el control sobre tu propia vida, que lo estamos perdiendo dando tumbos entre contratos de seis meses, cursos del INEM y bloguerismo, me cago en dios. Esto lo vi en Ceuta, pero solo he podido capturar toda la esencia ahora. No sé si sigue existiendo esta tradición, pero hace unos años no era infrecuente que se le pidiera al presidente de la Ciudad audiencia para ver si tenía un trabajo para uno. A mi mente bienpensante de 2008 esto le parecía lo último, claro. La audiencia venía con el preceptivo recitado de las desgracias con las que venía uno de casa (número de hijos, número de meses en paro, si uno de los hijos tenía una enfermedad chunga, tanto mejor, etc). Y sí, a mí entonces me parecía la ley del mínimo esfuerzo. De lo que no me hice cargo es de que posiblemente los acontecimientos eran justo al revés de como yo estimaba. Creía que estaban yendo por el camino fácil, pero después descubrí que posiblemente estaba ocurriendo justo al revés: ya habrían llamado posiblemente a todas esas puertas que se supone que tienes que llamar, que se han institucionalizado aunque no sirvan para nada, y que estaban utilizando el último cartucho. Pero resulta que de facto, el último cartucho es el único cartucho. Tienen cooptados todos los puestos de trabajo, y no solo en la administración, y si no pasas por la humillación, nada hay que hacer.

Y aparte de vivir mejor yo, quiero acabar con un montón de cosas que me tocan sinceramente los cojones, y creo que salirse de todo esto es un buen primer paso: los cargos públicos que colocan a gente –si no necesitas a nadie que te coloque, ellos pierden todo su poder y casi casi su razón de ser. Estaría bien que las redes clientelares las destruyéramos nosotros dejando precisamente de ser clientes. No es fácil pero se puede, joder-, los profesores de community management, los personal trainers, los coaches. No quiero vivir una vida centrada en adquirir habilidades de presentación en público, por ejemplo, o en aprender idiomas de países que me importan una mierda solo porque en esos países están en un ciclo económico expansivo y podrían ser “mis clientes” y ahora toca que ellos sean ricos y yo les tenga que servir. No quiero ni servir ni que me sirvan. No quiero tener compañeros de trabajo que ven genial eso de tener internet instalado en el móvil y que tragan con estar localizables para su jefe las 24 horas del día (retraso mental). Hay un montón de gente que ya no es capaz de separar ocio y trabajo gracias al ordenador: que el ocio se meta en horario laboral, guay. Pero que el precio a pagar por eso, muy consentidamente, sea que el trabajo se meta en vuestro tiempo libre a mí no me da para entenderlo. Salen del ordenador del curro para meterse en el coche y sentarse en el ordenador de casa. Es posible que se les haya olvidado caminar. No quiero no tener nunca nada mío y vivir toda mi puta vida de alquiler porque eso favorece mi “movilidad exterior” y así podré optar a trabajos ¡en todo el mundo! No me sale de los cojones tener la posibilidad de trabajar en Malaysia, no se me ha perdido nada allí. No me lo pintes como ampliación de opciones cuando lo que me quieres decir es “en un momento dado no tendrás otra salida”. La bolsa o la vida. No me sale de los cojones no tener mi propia casa –mía, no del banco- y pagarles a unos hijos de puta que han heredado la casa de su madre a la que no hacían ni puto caso y de la que estaban deseando que se muriera para poder trincar, un alquiler todos los meses para resolverles la jubilación. NO ME DA LA GANA. No me da la gana aguantar a esos young entrepreneurs de veintipocos que ponen de avalista a su padre, tienen una empresa de cuatro días y ya tratan a sus empleados, algunos mayores que ellos, con el clásico perdonavidismo del empresariado cañí. ¿Por qué? Porque ellos fueron tratados así alguna vez y sienten que tienen que desquitarse con gente que no tiene la culpa de nada. Creen que si se comportan como ese señor que tiene dinero, tendrán dinero alguna vez. Así son: psicópatas totalmente inmisericordes con el que está en desventaja, serviles por otra parte con el que les mea encima. Luego vienen las quiebras –calculad cuánto duran las tiendas de cigarrillos electrónicos de vuestro barrio-, y todo es amabilidad. Es gente a la que quiero lejos, y sí, cabe esa opción, ya lo creo. En el trabajo me miran raro porque no tengo WhatsApp y me miran todavía peor cuando les explico que no tengo ninguna intención de tenerlo. En este mundo de coworking que estamos creando sin oponer resistencia ninguna, no hay sitio para la gente como yo. Por eso me borro. De corazón: no le veo ningún sentido a esto.

Además, soy un porculo de persona, siempre me estoy quejando. Nada me parece bien. Me cae bien poca gente, pero la que me cae bien me cae muy bien. Hay, claro, miles de cosas que no voy jamás a poder cumplir, miles de reglas de actitud no escritas que no voy a poder aprender, mucho menos poner en práctica; miles de cursos de Google Analytics que no voy a poder cursar, miles de másteres de 30.000 euros de Esade que jamás podré pagar, lo que ocasionará que no conoceré a la gente adecuada para que me ayude a defraudar a Hacienda. Todos mis amigos están más tirados que yo si cabe, pero no los veo como un lastre. Soy, definitivamente, gilipollas. Y saber esto es lo que me ha hecho variar la perspectiva de todo lo demás, y por ende, relajarme. O sea, había indicios muy fuertes de esto ya en el colegio –de lo de ser gilipollas, digo-, pero yo qué sé, tampoco piensa uno en estas cosas con 13 años, ¿no? Con 13 años uno se fuma su primer cigarro y cosas por el estilo, no piensa que lo normal es que no lo quieran no ya porque no hace lo deseable (en términos adultos, no es “empleable”) sino porque directamente ni siquiera es deseable y pone pegas a todo –yo me abrí un blog para rajar– y pregunta mucho y nada le parece bien. Y desde que cuando fuera empecé a verlo así, lo cual si lo remiras está bastante relacionado con lo de no tener nada que perder, vivo mejor. Claro que no tengo más dinero, ni el pelo más sedoso ni el cutis mejor ni me tiro a tres tíos distintos por semana, pero aunque este año haya sido un ascazo, puedo decir que sí, que vivo mejor.

Vivo con un presupuesto totalmente ajustado, pero incluso aunque eso mejorara mañana, sé que hay una cantidad ingente de cosas que no compraré porque he asimilado que ni siquiera me hacen falta. Que no me guste ir de compras pero que sí me guste echar la mañana comparando el género en el mercado ha pasado ser una característica mía tremendamente extraña –estoy también adquiriendo a marchas forzadas una actitud de señora de 56 años muy pronunciada, esto también es muy 2013- a una ventaja enorme. Digo lo que me da la gana en el trabajo porque cuando me vaya a la calle circa mayo ya he decidido que no me voy a meter en una carrera de currículums, cartas de recomendación –no decir cosas feas en el trabajo, no vaya a ser que no te la hagan, ¿pero qué cojones?-, no te metas en pleitos ahora que luego nadie te querrá contratar -¿pero cómo alguien de veintipocos años vive ya con ese miedo, señor?-, no marcharte a ningún lado no vaya a ser que te llamen para una entrevista –el 80% de las veces que me han llamado para entrevistas estaba de viaje yendo a ver a gente a la que no es que quiera, sino que NECESITO ver. Me suda la polla lo que digan Rosell, Wert o la puta que los parió: yo sé lo que necesito, yo sé mis prioridades –como consumidor tú eres el rey, como sepas tus prioridades en otros campos tratarán también de liarte y te dirán que te equivocas-. Me gusta tener una vida social amplia y cuidar de la gente a la que quiero. No me confundáis, no me digáis que lo que pido es muy oneroso, no estoy pidiendo un ático en La Castellana, hijosdeputa. Que una madre colombiana lleve once años separada de sus hijos sin haber podido ir a verlos ni una sola vez porque cobra una miseria no son “cosas que pasan”, no me toquéis los cojones por favor. Y si son “cosas que pasan”, se seguirá que el asesinato de un guardia civil en Euskadi también es una “cosa que pasa”, ¿no? ¿O solo desvelamos el complemento agente cuando nos viene bien? Pues este es el mundo del trabajo en el que os vais a meter de lleno. Ese mundo del trabajo con cosas que antes le pasaban a otra gente porque vosotros “habíais estudiado”. Como si eso tuviera importancia. Que tengo dos carreras y un máster y estoy limpiando váteres. Pues a ver si va a ser que estás limpiando váteres PORQUE tienes dos carreras y un máster, y no A PESAR DE, que es lo que siempre decís. Esta ola de simpatía repentina que sentís por los inmigrantes de Lampedusa –llevan muriendo negros en nuestras costas desde los 90- debe de venir de que estáis tomando conciencia de que eso que les pasaba a otros no queda tan lejos de que os pase a vosotros, que ahora vosotros sois los negros de los países nórdicos. Sí, en el metro de Estocolmo (¿Estocolmo tiene metro?) eres un puto español, moreno, aunque esgrimas ridículamente tu título universitario en el vagón como diciendo “yo no soy como los demás, yo me parezco más a vosotros”. El mundo va muy deprisa ya y eso da muchas apps nuevas cada mes y también da encontrarte de la noche a la mañana con que de tener de todo has pasado a no tener de nada, en cuestión casi de horas y además todo está montado para que no puedas ni luchar por mantener lo más mínimo sin que te llamen “resistente al cambio”, “tú lo que quieres es que volvamos al taparrabos y muramos de tuberculosis”, etc. Pues a apechugar. ¿Para vivir así queréis trabajar? Porque yo no.

V.

Lo estoy haciendo todo al revés de como dicen en la tele: en vez de emigrar he vuelto a mi barrio de toda la vida. Compro leche fresca aunque sea más cara –es que tenéis unos caprichos de que no compráis leche de 0,50 céntimos de esa que es polvo en agua y claro, LO QUERÉIS TODO Y NO PUÉ SER-. No voy a ir a recoger mi título de master, no me interesa ser becaria en la UE y andar con el culo pelado pidiendo justificantes de cada día de mi trabajo a mis empleadores del pasado para seis putos meses, lo siento. He cerrado Twitter y LinkedIn, con lo cual no soy “VISIBLE” y no conoceré a la gente adecuada y jamás trabajaré. Leo muchos libros en euskera, que es un idioma que desaparecerá. He pasado de hacer lo que se suponía que había que hacer porque era más útil a hacer cosas que, sin más, me gusta hacer, y que no sirven para nada. No quiero tener nuevos amigos, no quiero ir al gimnasio, no quiero operarme las tetas aunque por ello me subieran el sueldo (ojito porque esto va a empezar a pedirse pasado mañana igual que piden hoy el inglés y los malabarismos de alguna van a ser dignísimos de ver. De alguna de las que hoy dicen que hay que “adaptarse a la demanda”, digo). Lo estoy haciendo todo objetivamente de culo. Pero lo mejor de todo ha sido comprobar que después de haber estado echando pestes durante años, estoy genial aquí, tengo ideas mejores como queda demostrado, me porto mejor con la gente, e incluso está ocurriendo algo impensable que es que estoy empezando a ver el paso del tiempo como algo positivo porque equivale a ganar seguridad en una misma. Me lo dices hace un par de años y no me lo creo. Ante aquellos que, como comentaba más arriba, te dicen que es muy importante que tengas un proyecto bien definido para salir adelante, la contestación es que también es muy importante saber qué NO quieres hacer. Y que vale exactamente igual, y posiblemente llegas a unas conclusiones más elaboradas.

No sé muy bien cómo lo voy a hacer, bueno, un poco sí, tengo algunas ideas y todavía algo de tiempo para pensarlo. Por supuesto, quitando a dos personas, mi idea de salirme del mercado de trabajo le parece mal a todo el mundo, lo cual me reafirma en ella más si cabe. Para mi sorpresa, mi familia va entrando en vereda. Prometo que si sale bien no voy a ir a dar charlas a ningún lado con un micro de estos que te salen de la oreja ni a presentar powerpoints ni a escribir un libro tipo Josef Ajram. Ahora, tampoco quiero que hagáis conmigo como cuando teníais un amigo que curraba en McDonald’s en 2007 y os reíais de él y hoy día le pedís que os enchufe.

Por supuesto, te intentan disuadir de todos los modos habidos y por haber: te dirán que una sociedad no es sostenible si todo el mundo viviera como yo quiero vivir, lo cual me convierte en una insolidaria, o sea que por lo visto es mucho más ‘solidario’ que yo ME JODA y viva de un modo en el que no quiero vivir (es muy gracioso porque los primeros que te dicen esto son gente a la que le caía muy bien Margaret Thatcher, que, recordemos, decía que la sociedad no existe –a pesar de esto a mí esta señora siempre me ha caído bien, porque la hijaputa lo que decía que iba a hacer lo hacía, y eso ya no lo hace nadie-; gente que no pone pegas a privatizar sanidad y educación QUE ES QUE LA GENTE SE VUELVE MUY CÓMODA Y LO QUIERE TÓ GRATIS. Luego a pedir una beca de biblioteca en la universidad –es una pena porque es gente que está tiesa en general- y a operar a su madre abierta en canal con técnicas de bricolaje, imagino. Do it yourself). ¿Sería ‘solidario’ que todos viviéramos como la reina de Inglaterra? ¿O todavía es peor lo mío? Luego está la liga moralista que te habla de la dignidad del trabajo y la desdignidad de no tenerlo, como si te tuvieran que poner una especie de sellos de esos de a la salida de las discotecas o ponerte una divisa como a una res, ellos reparten y tú no decides nada y saben lo que está bien y lo que está mal, y lo que tú haces está MAL. Se vuelven locos porque resulta que eres prácticamente un defraudador porque no vas a pagar el IBI –joder, pero tampoco voy a contaminar, ni casi a ir al médico-, pero con Bárcenas, que ha sacado ¿40? kilos de dios sabe dónde, solo les da para hacer chistes. O sea, tú que no pides nada y das poquito, eres un hijo de puta pero al otro ni le tosen. Va a ser verdad que llegado un cierto nivel de riqueza te conviertes en intocable, pero a mí, que me parezco a ti un montón, me darías de hostias. Ya es triste.

Y hay otra cosa que toca muchísimo los cojones al prójimo de vivir de esta manera. Cuando alguien viene a verme al piso, y yo no tengo muchas cosas porque me gustan los espacios diáfanos –bueno, y porque no tengo mucho dinero-, se vuelven un poco locos y se preguntan cómo puedo vivir así, porque aunque no tengo muchas cosas voy relativamente bien vestida, tengo todo limpio y ordenado. Se vuelven locos porque tienen mil deudas y te preguntan ¿y no tienes coche? ¿y no te vas a ir de vacaciones? –me hace mucha gracia la noción de ‘desconectar’, debo de vivir bastante mejor de lo que pensaba si comparo con mi entorno, porque no se me ocurre una ciudad mejor que la mía para estar de vacaciones, y no necesito ‘desconectar’ de nada-. Además es también muy curioso porque los que te hablan de ‘desconectar’ están pendientes constantemente de WhatsApp, y se están tomando un café contigo y el móvil encima de la mesa. No soportan que ellos gasten cuatro veces más que tú y estén metidos en mil créditos y AGOBIAOS y tú vivas mejor que ellos con muchísimo menos. No lo entienden, lo consideran casi una traición. Por supuesto, no discuto con ellos, simplemente asumo que nos movemos en parámetros muy distintos de lo que es y esperamos de la vida y que cada uno tenemos filias y fobias que el otro o jamás adquirió o de las que ha logrado desprenderse.

No me canso de repetirlo: no es un peaje económico –no tiene que ver nada con el dinero disponible, son actitudes ya profundamente aceptadas, incluso y para tristeza mía por parte de quienes más las sufren, de lo que se le puede hacer a un subordinado o a un autónomo, y además con todos los parabienes legales favoreciendo que continúen así y se agraven- a pagar para que en el futuro todos estemos mejor, sino que esta, vivir como mucha gente vive ya, es LA META. No, tampoco es una cuestión exclusivamente española, de hecho es tremendamente anglosajona. No vale ya con hacerse a un lado y rezar lo que se sepa para que no me pase a mí. Llegará un momento en el que el networking tampoco te va a salvar –recordemos que las Gestoras pro Amnistía, como el Opus, son una fuente de networking, por muy diferentes que crean ser-, porque tu coleguita del gobierno tiene que ganar las elecciones, y si no las gana, ¿qué? Y lo de hacer lo que quieres hacer y no lo que el miedo te deja, ¿para cuándo? No es un escenario de empobrecimiento solo económico, sino de empobrecimiento hasta psíquico, que termines por pensar que no tienes ningún control sobre tu vida y encima les des los royalties sobre ella a señores que ya lo tienen todo y quieren todavía más, que te eches la culpa personalmente por una situación estructural. Yo no sé qué persona en su sano juicio puede querer algo así.

Os digo ahora: no hay mayor rebelión que no hacer ni puto caso, sobre todo no hacer ni puto caso a la gente que cree que le tenemos que hacer caso y tiene encima a todos los medios de comunicación a su puto servicio para seguir haciendo el experto por ahí. A vuestra madre sí, a vuestra madre hacedle caso. A vuestro cuñado no. No hay mayor rebelión que no ir a esa cena a la que no quieres ir. O sea, estos días hay un montón de gente que está yendo a sitios a los que no quiere ir con el argumento muy elaborado de que TIENE que ir. ¿Por qué tienes que ir? Pues porque TENGO que ir. ¿Pero qué hostias? El gilipollismo es ya TAN TAN TAN extremo que quedarte en tu casa viendo el polígrafo de Conchita es una derrota del sistema, jesús.

Además, no sé cómo lo hago, pero siempre acabo saliendo adelante, y me da en la nariz que esta no va a ser una excepción. No soy invencible, pero ya me queda muy poquito.

Así que TOOOOOOOOOOODO esto es lo que he aprendido en 2013.

Feliz 2014. Independentzia!  Y…

VLUU L100, M100  / Samsung L100, M100

One response to “Todo lo que aprendí en 2013 -pero todo, todo eh-

  1. Suscribo totalmente lo que has escrito aquí. Vivimos en tiempos muy miserables. La clave para no ser un idiota más está en salir del punto muerto del gregarismo, del “qué diran” y hacer exactamente lo que a uno le de la gana con su vida. Las actitudes y discursos ideológicos mezquinos que emanan de la publicidad y de las instituciones públicas no ofrecerán ninguna brújula a nadie.
    Enhorabuena por estas revelaciones tan lúcidas. Creo que es una manera estupenda de comenzar el año.

  2. En la vida hay dos grandes opciones. 1) adaptarte al entorno, 2) crear un entorno que esté adaptado a ti. La mayoría optamos por la 1 porque no tenemos ni la capacidad ni la valentía para conseguir la 2. Tú has optado por la 2 y parece que tienes la valentía. Ya veremos si tienes la capacidad.

    Un saludo

    1. Me parece evidente: los cazadores recolectores, sociedad para la que el ser humano ha evolucionado, nacían desnudos en un mundo hostil y con sus todavía húmedas manos comenzaban a construir hondas con los restos de placenta y se enfrentaban al mundo cazando a otros eres, cabando para encontrar nutritivas raíces y se mataban por ser los alfa de sus grupos. Sin embargo, quien ahora se cree un alfa no es sino un apoltronado que confía en los músculos ajenos para proteger sus predios y privilegios.
      En un sistema construído por el omegarcado de los enclenques y trepas, convertirse en un outsider voluntario pero con capacidad de crear una sociedad paralela más acorde al instinto humano, una sociedad construída con la sangre y el sudor y con la verdadera calidad genética y no con la debilidad impostada del poder ilegítimo es para lo que están llamados los verdaderos elegidos, los líderes más allá de la sociedad.

      Tú no lo entenderías, evidentemente.
      Yo sí.
      Por eso soy tu cuñao.

    2. Lo más gracioso es que en nos estan obligando a buscar como vivir sin trabajo a mucha gente. Yo y gran parte de mi entorno no hemos trabajado sumando los trabajos con y sin contrato más de dos meses en total, y estamos cerca de los treinta. Tener que justificar una y otra vez mi mierda de experiencia es angustioso y estar dependiendo eternamente de la familia más, sin ellos estaría bajo un puente. Yo también no me paro de preguntar cómo y si se puede salir de esta espiral orientación-cursoschorra-culpabilidad porque es para volverse loco.

      Mucho ánimo con el intento, espero que sigas compartiendo tu experiencia por aquí.

      Saludos.

  3. REINA!! señora de 56 años, ¡como mi madre! Estoy muy orgullosa de ti. Lo he leído todo del tirón mientras estoy en el restaurante. De hecho, ha pasado mi madre y ha dicho “qué lees, amore? y yo -un post de una amiga, y me dice: una novela, será” pues visto así extiende hasta que se haga muy largo y se convierta en libro y te forres si es que te tienes que forrar y montes una granja (me pido cuidar a los terneros).

  4. Ay Naiara, hay cosas en las que no estoy de acuerdo pero sigo pensando hoy lo mismo que pensé la primera vez que te eché el primer vistazo y es justo una de tus conclusiones finales de este repaso al 2013. Eres como un periódico, a veces no hay temas, se va con mucha prisa, incluso casi no hay gente para sacarlo pero, al final, siempre sale publicado. Feliz año guapita.

  5. Según iba avanzando la lectura iba creándome notas mentales para este comentario por sentirme muy identificado en tus andanzas y muchas posiciones, pero cuando he llegado al final he decidido que sólo te diré esto: “Nolite te bastardes carborundorum “(no dejes que los bastardos te derriben)

    ¡Un abrazo!

  6. Creo que si tras escribir todo esto no has conseguido, al menos, una milésima de segundo de paz, escribir no te dará esa pequeña paz nunca. jajajaja…

    He leído el tochaco entero, dada la longitud no sé si marcarlo como leído en Goodreads, para mí ha merecido la pena leerlo y no tengo nada más que decir.

    ¡Feliz 2014 a ti también!

  7. Echo en falta un TL;DR al principio. No estoy de acuerdo con todo el análisis pero me gusta bastante parte de la “solución”, aunque la leche fresca no me siente muy bien. Pena lo del tuiter, no hay forma de meter ficha (quiero decir: hablar de mi libro).

  8. Después de que plantes un pino en el Doka, te aconsejo pasarte por Lugaritz y coger “Zergatik lana ?” de Juanjo Dorronsoro. No te abrirá las puertas del edén pero reafirmará tu pensamiento, como Ponds en siete días.

    Y ya que te has animado a dejar de lado los placeres materiales, te vendrán bien “Carpe Diem” de Epícuro (aunque la traducción al euskera es mala) y Tao Te King de Lao-Tse con intruducción de Ursula K. Le Guin.

      1. ¡ Gracias por el cumplido !

        Aunque tengo que decir que la pila bautismal donde me bautizaron está en el Seminario, y el 90% de mi vida lo he realizado en un radio de 1 Km a la redonda de ésa pila.

        Pero tampoco soy de los que necesita socializar yendo al Garai o al Kaixo a tomarme un kalimotxo y meterme una raya de speed.

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